En verdad nunca he creído en esa tradición de altos vuelos otaku consistente en contraer nupcias simbólicas (y virtuales) con tu personaje 2D favorito. Vivo en el mundo real y la idea de una “waifu” ilustrada me parece un tanto absurda, forzada. He de confesar, sin embargo, una inevitable debilidad por el diseño de Hatsune Miku, un placer secreto, parecido incluso al que mantiene a un coleccionista apegado a una corriente artística concreta o al trabajo en solitario de algún artista plástico.
He cultivado entonces un obsesivo pasatiempo por coleccionar imágenes de Miku-chan. En mi disco duro tengo poco más de medio gigabyte con bellas ilustraciones, cientos y cientos de imágenes cuidadosamente seleccionadas que he ido recolectando durante años, tomando de aquí y de allá, en numerosos chapuzones internautas.
El diseño, encargado por Crypton Future Media al joven portadista KEI a mediados de 2007, me resulta simplemente irresistible. A nivel de culto. Comparable incluso con los de Maya Natsume de Ogure Ito, Iori Yoshizuki de Masakazu Katsura o Rei Ayanami de Yoshiyuki Sadamoto…
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