Por Ismael Martínez
Tatuajes, montones de ellos, lienzos de carne depilada y dura. Delincuentes o mafiosos, parias, familias enteras dedicadas al crimen organizado. Pandillas bien constituidas con fuertes estratificaciones verticales e ineludibles cadenas de mando.
Un yakuza, nos dice el imaginario colectivo, es aquel ente de rostro adusto, de pocos amigos, con un cigarrillo pegado a los labios y que habla siempre en tono altivo y poco inclemente. Son aquellos gamberros con dragones en los brazos y espadachines legendarios en el pecho, vestidos con camisetas sin cuello y chaquetillas ligeras o adustos sacos. Son individuos que se ponen joyería en los dientes y cargan armas de alto calibre bañadas en oro. Humanos despiadados que hieden a riña, a sangre, a muerte.
Esta semana, la Cineteca Nacional, con la avenencia y apoyo de la Fundación Japón en México, comienza un ciclo de cine dedicado a tan atrayente espectro de la cotidianidad urbana nipona. El ciclo, que durará del jueves 3 al sábado 19 de junio, contará con 16 filmes producidos entre los años 1937 y 1996 siendo así un verdadero recorrido por seis décadas del subgénero cinematográfico.
Historias del crimen. La yakuza japonesa exhibirá por primera vez en nuestro país cintas como Duelo en Takadanobaba (1937), de Masahiro Makino e Inagaki Hiroshi; Una lanza sangrienta en el Monte Fuji (1955), de Tomu Uchida; La gran masacre (1964), de Eiichi Kudo; Tatsu, el peleador (1964), de Tai Kato; Cementerio de honor (1975), de Kinji Fukasaku, y Shabu (1996), de Tatsuoki Hosono.
La utilización del término “Yakuza” se popularizó hacia el siglo XIX y se dice proviene del nombre de la peor mano posible en el juego de cartas Oicho-Kabu: ya (8) ku (9) za (3), la cual obliga al jugador a sobrevivir sólo con astucia en un contexto desfavorable. El citado entretenimiento era el favorito de una antigua clase de estafadores profesionales conocidos como “bakuto” (literalmente, “apostadores”) los cuales comenzaron a establecer locales de juego y apuestas ilegales. De ahí que el grueso de la población adoptara dicho apelativo para referirse a las organizaciones criminales en general y al conjunto aparente de sus miembros. En el año 2007, según un informe de inteligencia local, dichas organizaciones delictivas ligadas a las cuatro principales familias yakuza (Yamaguchi-gumi, Sumiyoshi-kai, Inagawa-kai y Toa-kai) contaban con más 86 mil miembros en activo.
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