Por Ismael Martínez
- Continúa ciclo de conferencias sobre el impacto de la teoría darwinista en la actualidad
- Genoma, evidencia de la historia evolutiva humana
28-02-09.- “La evolución no es dirigida, no tiene línea, se rige por el azar” afirmó contundente el biólogo Alfonso Vilchis de la Facultad de Ciencias de la UNAM al ser cuestionado sobre si el hombre, de necesitarlo, modificaría su aspecto como asunto de supervivencia: “no habría tiempo para cambiar” sentenció al respecto.
De suceder un cataclismo global, el hombre simplemente se extinguiría, dejando sólo a las especies mejor adaptadas para las nuevas circunstancias ambientales. Ese pensamiento está inserto en los resquicios de la teoría darwiniana vigente. Los postulados más básicos de la selección natural.
Las ponencias “Evolución en la salud y en la enfermedad”, ofrecida por el genetista Luis Figuera; y “Los alcances y los límites de la selección natural o por qué los ángeles (y las avestruces) no pueden volar”, impartida por el biólogo Alfonso Vilchis, formaron parte del ciclo de conferencias respecto del bicentenario del nacimiento del naturalista británico Charles Darwin, coordinadas por Alicia González Manjarrez del Instituto de Fisiología Celular y el propio Vilchis en el marco de la XXX Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería.
“La evolución es un hecho, y el mecanismo propuesto por Darwin es la selección natural” afirmó Vilchis durante su intervención. Hay en ella límites claros, reglas ineludibles que impiden el surgimiento de ciertos organismos. Normas que dan vida a estructuras determinadas: “La selección natural -añadió- tiene que adaptar sus diseños a las leyes de la física”, hay entonces un máximo de variación permisible.
Un ejemplo cinematográfico: arácnidos gigantes. Imposible. El funcionamiento de esos organismos depende en directo de la Ley de la tensión superficial, que permite a estructuras ligerísimas desafiar condiciones gravitatorias ordinarias. De tal forma que las patas de una araña aunque aumentasen proporcionalmente a la superficie de su cuerpo, el peso le impediría moverse, por lo que no sería un ser funcional. Es por ello que “los insectos fueron configurados evolutivamente para ser pequeños”, a según de Vilchis.
Y sin embargo… cambiamos
El hombre se adapta. No de una forma ostentosa ni visible, pero se adapta. Se mueve siguiendo condiciones de vida particulares. De acurdo al clima y dieta circundantes. El estudio del genoma es certeza.
A según de Luis Figuera, eminente genetista de la Universidad Autónoma de Guadalajara, hay en el ser humano alrededor de 3,400 millones de genes, de los cuales sólo 2 por ciento son operativos, es decir, están asociados directamente con el funcionamiento del cuerpo. El resto, resulta una surte de “archivo muerto”, un cúmulo de información enredada que podría ser una síntesis histórica de la evolución humana. Una evidencia irrefutable de los cambios microscópicos estructurales a través del tiempo. Evidencia contundente de lo que somos porque dejamos de ser.
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