La mayoría de los escritores anglosajones que trabajaron el Terror durante el siglo pasado sitúan el “genuino miedo” como un sentimiento que deviene de la ignorancia. Aquella perturbación angustiosa del ánimo sólo proviene del encaro con lo amenazante y desconocido, con una atmósfera en un plano paralelo de la existencia. En dichos relatos el único antídoto eficaz es la evasión psicológica. De ahí Machen, de ahí Lovecraft, de ahí casi todo el futurismo literario y la ficción sobre ciencia.
Pero ¿Cómo lidiar con el miedo que proviene de la certeza, de la guerra?, ¿cómo obtener fuerza para luchar por la continuidad de una existencia impura y terrena?, ¿cómo interiorizar una identidad del todo ajena? A través del amor, más aún, del deseo de amar.
Suena cursi, incluso una frase hecha, pero esa pasión, tópico interminable de nuestra naturaleza, funciona porque representa la capacidad última del hombre: esperanza, negación íntima, el abandono de uno mismo porque ya se es de otro.
Versión al castellano cortesía Gaia Inmortal – Ediciones Andromeda
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