A Yaguchi-kun, el friki más apasionado que he conocido.
No. No hablaré ahora de por qué es importante que exista esa fauna obsesiva que llamamos frikis/nerds/otakus/hikkikos, de que gracias a ellos la tecnología mejora a pasos agigantados, de que son culpables del uso público de la internet (para crear un mundo alterno), de la invención de la fibra óptica (para que ese mundo se mueva en “tiempo real”) o las cámaras fotográficas y de video en pequeñísimos gadgets móviles (para tener la primicia de cuanto pase, para espiar, para seguir conectado cuando uno tiene que orinar, etc.), o que por su culpa el porno en línea es incontenible (la clasificación “sólo adultos” ya no es suficiente). No. Lo que motiva estas palabras es la dignidad misma de escoger “ser un rechazado”. De serlo porque su ardiente voluntad los aísla…
Un friki es plenamente consciente de su alienación obsesiva, no es por tanto un adicto ordinario: es peligroso o todo lo contrario. Puede quemar tu disco duro o repararlo.
Conoce su fanatismo y sabe cómo utilizarlo. Crea, reproduce u hostiga. Hace algo por su manada, le es fiel y la instruye; se dedica a corregirla hasta el más mínimo detalle, porque necesita a alguien que comprenda lo que él construye.
Un friki no se equivoca en nada que haya estudiado, porque le viene la vida en ello, porque ha fisgado hasta en el más oscuro secreto. Ese es un friki, una persona de carne y hueso, una a la que le estorba ese mismo pellejo.
PD. Ayer, lunes 25 de mayo, se conmemoró en la madre patria el Día del Orgullo Friki 09
Imagen tomada de La nuez, excelente blog peruano sobre cómics y derivados
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