martes, 17 de febrero de 2009

Día catorce.

Por Ismael Martínez

I

Febrero, día catorce. En las calles todo es tránsito y globos rojos: corazones, óvalos y figurines que surcan el cielo ilimitado. El mundo que gira añorante después de tanto llanto.


Caminando, desde el metro Pino Suárez o Allende; montados en bici-taxi sobre 20 de noviembre o cinco de mayo; ellos vienen. Sin prisa, sin ruido, despacio. Desde cada esquina, con los dedos enlazados, con rubor en las mejillas, con la risa embarrada por todos lados.


Frente a catedral, en el centro más preciso del primer cuadro urbano, una gran carpa anida al espectáculo: a un nuevo cantante pop interpretando éxitos de antaño. A un DJ improvisado. A una anfitriona simpática que dirige, colma y confunde.


II

Veinte para las 5pm. 14 mil personas han sido convocadas por el gobierno de la ciudad a participar en un gran beso. En un “maratón” de ellos. Para batir la marca Guinness, hasta entonces inglesa, faltan 20 millares. En la plancha, los mirones, fácilmente doblan la cifra.


En el zócalo capitalino todo está ocupado. Cada respaldo, esquina, calle o banqueta. A mucha gente no le gusta participar, pero sí ver, observar desde atrás. Muchos que pretenden mirar sin arriesgar.


Ensayo tras ensayo el tiempo se va. Pasan las horas, falta gente, el sol a dormir presto está. “Por favorcito, dense un besito, aunque sea en la mano” se escucha a la presentadora rogar.


III

El sol se esconde tras el Edificio de Gobierno. En el Callejón de la Callejuela, bajo columnas y ventanales, dos policías, varón y mujer, chupan ambos una paleta rosada en forma de corazón. Se ríen, se miran, jugueteando en su guardia cualquier posible situación.


La bandera tricolor navega tranquila. La tarde refresca. Una suave brisa sopla desde el sur. Los semáforos, signos viales siguen en muda marcha. El sonido de muchas hileras de bocinas se antoja excesivo. Muchos padres optan por cubrir los oídos de sus infantes.


Un anciano señor, de escaso pelo, suéter rojo, descalzo y despigmentado; pedalea sobre un carrito metálico, despacio, lánguidamente, con la cabeza destornillada, tirada hacia un lado.


IV

Los visitantes solitarios disfrutan del gozo ajeno. Son los que más cantan. Se les nota recordando. A fin de cuentas la masa manda. El ánimo está para fastidiar a ermitaños.


Las siete por la noche. Susana Zavaleta en el escenario. Chascarrilos obsenos recitados con voz de soprano. El juez de Guinness, por cierto rubio y muy chaparro, repasa las reglas y oportunidades. Más de 40 mil personas en el primer cuadro. Dentro, poco más de mil abandonados.


Suenan las campanas, rechifla y fanfarria. Más de 5 mil por encima de la vieja marca. Sólo falta ya con Don “Chente” Fernández celebrar. ¿Quién diría que aún faltaba el récord de Shakira quebrantar?

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